domingo, 2 de noviembre de 2008

La Joya del Nilo

Hay lugares que siempre permanecen en la mente. Recuerdos imborrables que siempre permanecen en la retina y te acompañan toda la vida. Este es el caso de un viaje que me llevó a Egipto, un lugar dónde el tiempo parece haberse detenido o incluso haber retrocedido.
El Antiguo Egipto, tierra de faraones, de increíbles obras de ingeniería, de medicina avanzada... Misterios de una civilización a la que solamente unos pocos han intentado descifrar. Y yo, como no podía ser de otra forma, tenía la obligación de formar parte de esos pocos.
La primera parada de mi viaje fue la ciudad de Luxor para hacer una visita obligada: el Valle de los Reyes. En esta necrópolis pude ver las tumbas de la inmensa mayoría de los Faraones del Imperio Nuevo. Las tumbas más importantes en las que detenerse son las de Tutmosis III, Ramsés III y, cómo no, la de Tutankamón.


Pero no solo las tumbas destacan en este precioso emplazamiento, ya que los templos también son dignos de visitar. El templo de Hatshepsut, que es el más monumental de los construidos en el valle o los Colosos de Memnón, dos estatuas gemelas que presidían el complejo funerario de Amenhotep III, son construcciones que vale la pena admirar por un instante. La visita me guió más tarde hacia el Templo de Luxor, uno de los pocos templos de la época faraónica que permanece en pie.
















Al salir del templo, un detalle me sorprendió. Y es que frente a mi vi una serie de esculturas en forma de esfinges que custodiaban una inmensa avenida que, durante el Imperio Nuevo, unía los templos de Luxor y Karnak. Ésta última fue el destino de mi siguiente parada, y en ella pude admirar el complejo de templos que allí se encuentra, destacando el gran Templo de Amón, una construcción en la que una treintena de faraones contribuyeron con sus edificaciones para alcanzar un tamaño y una magnitud jamás conocidas.


Después de un largo día volví a mi refugio para descansar. La jornada siguiente mis primeros destinos fueron los templos de Horus y Kom Ombo, ambos de origen grecorromano. Tengo que decir que me sorprendió el segundo de ellos, ya que está construido en honor a los dioses Sobek (el Dios cocodrilo) y Horus, y en él se pueden ver varias momias de los famosos cocodrilos del Nilo.



Este era tan solo el comienzo de mi viaje, porque todavía quedaba lo mejor. Continuará...

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